Desde los océanos helados de tus entrañas
he descubierto
una forma nueva de castigo
cada día.
cada día.
Desde la oscura penumbra de mi naturaleza carcomida,
he
recorrido uno a uno tus estados de ánimo como si fueran bares de extrarradio.
Desde el palo más alto de tu resentimiento volcánico, han
caído, desarboladas,
las palabras malditas que han de rajarnos las gargantas.
Desde mi circo de pulgas, lleno de trampantojos y dobles
sentidos,
callan más los muertos que los vivos.
Desde el pasadizo secreto de mi conciencia aterciopelada,
llevo
tanto tiempo conviviendo con este dolor que a veces lo confundo con mi mejor
amigo.
Desde tu mirada eléctrica donde refulgen el odio y sus
circunferencias,
estallan los argumentos como botellas de champán sin fuerza.
Desde el límite entre tu indulgencia y tu lujuria,
ahí
podría yo construir mi hogar.