A Héctor Castells
Callar
es morir siempre
y todavía.
Tragar
neones y consonantes,
deglutir el miedo
y escupir nada.
Masticar
conceptos, amores y amigos muertos,
fantasear con sus resurrecciones.
Callar
es un suicidio invisible
y la posibilidad de una venganza.